lunes, 6 de noviembre de 2017

SAMUEL PIERPONT LANGLEY





        Langley fue ingeniero y arquitecto e hizo muchos de sus estudios solo, pero a pesar de eso fue lo bastante competente en astronomía para ser ayudante en la Universidad de Harvard, y más tarde profesor de esa materia en diversos centros. En 1881 inventó el bolómetro, instrumento para determinar con exactitud cantidades pequeñísimas de calor, por la medida de la corriente eléctrica que origina ese calor en un alambre de platino ennegrecido. Usó el instrumento para hacer medidas muy cuidadosas de las radiaciones solares en el espectro visible y en el infrarrojo durante una expedición al monte Whitney, en California.
         En 1887, nombraron a Langley, secretario de la Institución Smithsonian y desde entonces experimentó la angustia de contemplar, uno tras otro, sus fracasos en la invención de un aeroplano (al igual que les ocurrió a Fitch con el barco a vapor y a Trevithick con la locomotora).
         Langley utilizó principios aerodinámicos, en donde señaló como el aire podía soportar un peso con alas finas y de determinadas formas. Su trabajo era bueno, pero en la práctica, por los materiales utilizados o por los motores, sus diseños no llegaron a tener ningún éxito, no levantaron el vuelo. Gastó 50.000 dólares (del gobierno) entre 1897 y 1903 en tres ensayos, y no pudo conseguir más. Después del último fracaso, el New York Times publicó un artículo muy severo castigando lo que consideraba un disparatado derroche de los fondos públicos por parte de Langley en una ilusión inútil y vanidosa. Predijeron que el hombre, o cualquier maquina fabricada por él, no podría volar hasta transcurridos al menos mil años.
         Nueve días después de la publicación del artículo, los mil años se esfumaron de pronto y los hermanos Wright siguiendo las huellas de Lilienthal realizaron el primer vuelo con éxito de un aeroplano.

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